Miguel Ángel Cordero

Escritor y Periodista

Cuando terminamos el cuarto estaba hirviendo, ella sudaba y sus pezones del color del chocolate estaban erectos. Yo solo podía disfrutar de su cabello, sus ojos y su delicioso monte de Venus, el cual minutos antes había podido respirar. Mi pene aún tenía contracciones dentro de su cálido cuerpo y ella se seguía moviendo, seguía gimiendo...

Todo comenzó desde hace días. En Facebook había recibido invitaciones de una bella chica del sur de la ciudad para concertar una cita. Pero el viernes que habíamos "preagendado" no me pude comunicar con ella al final y entonces, totalmente excitado por la emoción -la culpa fue de sus bellas piernas mostradas en las fotografías del perfil- pensé en no desperdiciar el momento. Fue entonces que decidí acudir al Cleos. Aunque parece comercial, créanme que no lo es: la atención se nota desde la llamada.

-¿Están las chicas disponibles?,- pregunté.
- Sí claro- respondió la delgada voz que muchos compañeros asiduos clientes deben reconocer.
- Estoy ahí en 20 minutos- dije. Llegué en 15.

El estilo me envolvió. Las lamparas, la tapicería, incluso las revistas y el agüita...

Tres bellas mujeres salieron de una de las puertas a la derecha. Hacía meses que no acudía a una casa de citas y, mucho menos, sin una sola gota de vino en la sangre. Mis manos sudaban y mi pene se comenzaba a engrosar.

¿Con quién pasar?

Sucedió primero con una niña ligeramente alta, de cabello rubio y sonrisa amable. Subimos las escaleras y al llegar la plática fue muy natural. "Es lo que hace a este el mejor sitio de citas", pensé. 

Como sea, rompimos el hielo y comenzamos a besarnos.

Yo besé su cuello suave, ella emitió un ligero jadeo, apenas audible, delicioso.

Nunca me ha gustado quitarme o quitarle la ropa a una chica con rapidez. Al contrario, hay que disfrutar del bello cuerpo de las mujeres y disfrutar de como luce en lencería.

La tanga negra estaba unida por un aro de metal, justo sobre la hendidura de sus torneadas nalgas.
Sin ropa, ella acudió por los implementos necesarios...

- ¿Te gusta que te la chupen?
- Por favor... ¡Hazlo!- tal vez lo dije jadeando.

Con una habilidad de maestra coloco apenas el condón sobre mi glande y lo empezó a descender con sus labios y lengua. Fue increíblemente excitante. "Maestra de maestras" pensé.

Y fue entonces que todo mejoró, si es que era posible. Una vez que mi miembro fue cubierto por el fino latex del preservativo, inició la penetración.

Debo reconocer que estaba yo nervioso, se bajó un poco la emotividad de "mi amigo", pues la verdad no esperaa tan buen trato y tan guapa acompañante. Como sea esta niña se mostró más que amable y le dio el vigor al "mejor amigo del hombre".

Las cosas sucedieron entonces con un frenesí desbocado: ella encima, con sus pezones casi rosados bailoteando frente a mi. Yo abajo disfrutando de su cuerpo. Ella con las nalgas hacia arriba, y yo detrás de ella penetrándola, a veces rápido,a veces disfrutando de cómo el miembro entraba en sus labios, todos depilados.

En esa posición, mientras le penetraba con suavidad acariciaba su ano con cierto temor... nunca he deseado incomodar a nadie. Pero ella no se opuso.

Nos pusimos de pie y, nuevamente deseando ver y acariciar su espalda, la puse de frente al "sofasutra", para nuevamente penetrarle por detrás. Las embestidas causaron que el sillón se fuera arrastrando hasta que topó con la pared.

Pero "mi amigo" decepcionado porque no lo quería hacer terminar, decidió bajarse hacia el final. "No importa pensé", quiero conocer a al segunda chica.

Cuando terminó el tiempo, con amabilidad aquella rubia volteó y me dijo "¿quieres descansar un rato o te mando de inmediato a la otra chica?". Otra vez amable, otra vez atenta. Le pedí unos cinco minutos y le agradecí el servicio.

Poco antes de que pasaron los cinco minutos escuché el taconeo llegando al cuarto. Si bien aún sentía nervios, ya estos habían pasado en su mayor parte.

Una hermosa morena de negro cabello y ojos profundos entró al cuarto. "Hace calor aquí", dijo.
La invité a pasar y a que me comentara los servicios en general. Claro, la pregunta fue más para romper el hielo que porque en realidad quisiera conocer los servicios, pero cuando acabó de ello, elegí aumentar la experiencia con la cuota de besos, ¡esos gruesos y torneados labios tenían que ser besados!

Nos acercamos a la cama, con cierta parsimonia. Nos pusimos de frente y comenzamos a acariciarnos. Yo besaba su cuello, ella mi hombro. Mientras mis dedos se dirigían hacia sus bellas nalgas, aterciopeladas, firmes, geniales. Mis manos acariciaban abajo mientras mis labios besaban cuello, oreja, hombros hasta que le quité en medio de toda esa faena la parte superior de su conjunto. 

Se quedó en "pelotas" como dicen los españoles. Pezones grandes, como de chocolate. Tetas redondas, no grandes ni pequeñas, proporcionadas. De inmediato puse mis labios y lengua sobre estas.

Yo ya no tenía ropa y ella solo tenía la tanga negra puesta. "Ahora voy yo", dijo y después se rió. Se quitó su última prenda y asomó el más seductor monte de Venus que he visto: perfectamente rasurado en línea, se veía el grueso vello negro que cubría su pubis e invitaba a tocar, besar, chupar…

Nos acostamos y fue ella quien comenzó a chupar primero. con suavidad de pronto me acariciaba las piernas o me tocaba las nalgas. "El amigo" creció de inmediato. No había nervios en lo absoluto, solo el deseo pleno de sentir a aquella joven de fuego. La senté sobre mí, y mientras mi pene la penetraba dejó escapar un gemido y frunció las cejas con un claro mensaje de placer. Yo también lo sentía. Fue cuándo comenzamos. Penetración, penetración, salida. Ella parecía tan apretada por dentro, tan cálida, tan húmeda...

Gemidos discretos, pero poderosos, aquí y allá. Ahora con sus nalgas frente a mi, ahora con sus piernas en mis hombros. Siempre adentro. Era increíble porque entre más profunda era la penetración esta bella morena regalaba lo que todo hombre espera: aquel rostro de excitación...

No terminé. Decidí solicitar todavía otra media hora y volvimos a subir. Bromeamos sobre ello y nos volvimos a entregar. Una aventura en una habitación bañada por el sol de enero.